Mamá,
No lo necesitas.
Ese cigarrillo que sostienes entre los dedos como si fuera parte de tu mano, ese humo que exhalas pensando que te da carácter, ese gesto de encenderlo cuando estás nerviosa o contenta o aburrida… no te hace falta. Porque tú ya eres todo lo interesante, lo fuerte, lo especial que crees que el cigarrillo te da. Solo que no te has dado cuenta.
No lo necesitas mami, para ser misteriosa.
Tu risa cuando lees mis cuentos favoritos, ese brillo en los ojos cuando me ves dormir, incluso ese ceño fruncido cuando me regañas por no recoger los juguetes… eso ya te hace la mujer más fascinante del mundo. El humo no añade magia a lo que ya es mágico. Solo esconde por segundos la belleza que ya tienes.
No lo necesitas para ser fuerte.
Te he visto aguantar el dolor cuando te quemaste cocinando mi sopa favorita. Te he visto cargar las bolsas del mercado con un brazo y sostenerme con el otro. Te he visto luchar contra el sueño para terminar mi disfraz de última hora. ¿Y crees que necesitas un tubo de papel y tabaco para ser valiente? Mamá, tú eres hierro puro.
No lo necesitas para ser interesante.
Las historias que cuentas de tu infancia, los consejos que me das cuando lloro por un rasguño, incluso tu forma única de silbar mal las canciones… eso es lo que hace que la gente te adore. No el cigarrillo. Nunca fue el cigarrillo.
No lo necesitas para tener “tu momento”.
Sé que dices que son tus cinco minutos de paz, pero mamá… ¿sabes cuándo eres realmente tú? Cuando me abrazas sin prisa. Cuando me ayudas a hacer burbujas gigantes en el jardín. Cuando nos tiramos en el sofá a ver películas con mantita y palomitas. Esos son los momentos que guardo como tesoros. No los que pasas mirando al vacío mientras el humo se lleva pedacitos de tu vida.
Y sé que dirás “es solo uno”, “hoy no”, “mañana lo dejo”… Pero mamá, cada vez que lo enciendes, le robas segundos a todos nuestros “mañanas”. A esa tarde en que me enseñarás a andar en bici. A esa noche en que me contarás tu primer amor. A ese día en que me ayudarás a elegir mi traje de graduación.
No lo necesitas.
Porque ya eres perfecta.
Perfecta cuando me despeinas al pasar.
Perfecta cuando quemas las galletas.
Perfecta cuando cantas mal en la ducha.
Perfecta cuando me haces sentir que el mundo entero cabe en tu abrazo.
Así que por favor, mamá…
Deja de buscar en ese cigarrillo lo que siempre ha estado en ti.
Te quiere,
El niño que te prefiere ante todo.
P.D. Cuando sea grande, quiero recordarte ti, mamá. Solo a ti.