Mi cese.

Dejar de fumar no fue algo que planificaras, simplemente sucedió, casi por casualidad, y de una manera que nunca imaginé que sería posible. No era un fumador empedernido, o al menos no me veía como tal. Lo hice durante más de 20 años. Fumaba tres o cuatro cigarrillos al día, muchos con extras, formaban parte de un ritual inquebrantable. Uno al empezar el día, otro al terminar la jornada, uno antes de dormir y, a veces, uno más como recompensa después de una tarea complicada. No me parecía que fumara en exceso, pero esos cigarrillos eran pilares en mi vida. Si no tenía suministro sentía que todo se desmoronaba. Los amaba, realmente creía que siempre estarían ahí.

Hubo veces en las que intenté dejarlo. Enfermé en varias ocasiones, y cada vez que enfermaba pensaba que era el momento perfecto para abandonar el hábito. Pero siempre recaía. Cada noche me acostaba con la firme decisión de no fumar más, y cada mañana, casi sin pensarlo, encendía uno. Incluso logré dejarlo durante una semana en un par de ocasiones, una vez aguanté un mes entero. Al final siempre volvía. Era como caminar por una cuerda floja: un paso en falso y todo se venía abajo. La ansiedad, la falta de concentración, la sensación de que algo me faltaba… Era agotador.

Sin embargo, esta vez fue diferente. No lo planeé, no lo preparé, no fue un esfuerzo consciente. Simplemente, un día me quedé sin tabaco. Y en lugar de salir a comprar más, decidí probar algo distinto. Saqué de la despensa todo lo que encontré: té, orégano, tomillo, infusiones de frutas, tila, mate… Cualquier cosa que se pudiera quemar y fumar. No eran sustitutos perfectos, ni mucho menos. Algunas mezclas sabían fatal, otras no se quemaban bien, pero cumplían su función: eran humo, y eso calmaba mi ansiedad. Cada cigarrillo de hierbas que fumaba era uno menos de tabaco.

Pasó un día, luego otro, y otro más. Tres días en los que pensé: “Bueno, esto funciona. Es más barato, igual de insano, pero hace lo que necesito”. No me di cuenta de que, entre mezclas imposibles y experimentos infumables, estaba eliminando la dependencia a la nicotina de mi organismo. Al cabo de una semana y media, algo cambió. Ya no deseaba fumar ni tabaco ni esas hierbas alternativas. El tabaco perdió su poder sobre mí. Se convirtió en lo que siempre había sido: una simple planta seca más, sin nada especial. Las hierbas sin nicotina tampoco me llevaban a nada. Sin nicotina, las cosas se mostraban como realmente eran.

Ahora, llevo siempre conmigo un bote de mezcla de hierbas, como un amuleto. No porque lo necesite, sino porque me da seguridad. Sé que, en una fiesta o en un momento de estrés, podría usarlo si quisiera, pero también sé que no volvería a caer en la rutina de antes. Esa es la gran diferencia: me siento respaldado. Tengo algo que me protege, algo que me recuerda que el tabaco ya no tiene cabida en mi vida. Me siento seguro y con todo el control, como caminando por un muro de diez metros de ancho.

Pienso que, si hubiera existido alguna ayuda como esta cuando lo intenté antes, todo habría sido más fácil. Una especie de kit con una mezcla de hierbas precisa, estudiada y acondicionada para fumar en sustitución del tabaco. Algo suave, sabroso, agradable, que no solo ayudara en los primeros días, sino que también diera seguridad a largo plazo. Por eso decidí crearlo. No todos somos iguales, y eso es un alivio, pero si has decidido dejarlo y crees que este método se te adapta, ponte en contacto.

Dejar de fumar no es solo un acto de voluntad; es un proceso de reconexión contigo mismo. Y aunque al principio pueda parecer difícil, los beneficios son enormes: mejor función cardíaca y pulmonar, menor riesgo de cáncer y otras enfermedades, y un bienestar general que vale la pena. Si estás considerando dejar el tabaco, recuerda que no estás solo. Hay recursos, apoyo y métodos que pueden ayudarte en este camino. Y si decides probar con hierbas, aquí estoy para acompañarte.

Lo quiero

Categories:

Updated: