La mía.

Al principio, fue un camino lleno de pruebas y errores. No había manuales ni recetas mágicas, solo mi intuición y mi voluntad de experimentar. Comencé investigando hierbas tradicionales, aquellas que se habían usado durante siglos por sus propiedades relajantes, aromáticas y medicinales. Leí libros, consulté a expertos, me sumergí en foros y blogs. Descubrí que había un mundo entero de posibilidades: menta, lavanda, tomillo, romero, hierbaluisa, damiana, salvia… Cada una con su aroma, su sabor y sus beneficios.

Pero no bastaba con conocer las hierbas; había que aprender a combinarlas. Y ahí empezó el verdadero desafío. Mi primera mezcla fue un desastre: demasiado fuerte, demasiado amarga, imposible de fumar. La segunda fue mejor, pero aún le faltaba equilibrio. La tercera, la cuarta, la quinta… Cada intento era una lección. Aprendí que la menta daba frescura, pero en exceso podía ser abrumadora. Que la lavanda era relajante, pero su sabor no siempre se llevaba bien con otras hierbas. Que el tomillo añadía profundidad, pero había que usarlo con moderación.

La dosificación se convirtió en una ciencia. Demasiada hierba y la mezcla era pesada; demasiado poco y perdía su esencia. Fui probando proporciones, anotando cada combinación, ajustando milígramo a milígramo hasta encontrar el equilibrio perfecto. Descubrí que no había una fórmula universal, sino que cada persona necesitaba algo diferente. Algunos preferían mezclas suaves y aromáticas, otros buscaban algo más intenso y terroso.

Luego llegó el tema de la humedad y la sequedad. Demasiado seca, la mezcla se quemaba rápido y perdía su sabor. Demasiado húmeda, era difícil de encender y producía un humo denso. Aprendí a controlar la humedad almacenando las hierbas en frascos de vidrio con tapas herméticas, añadiendo pequeñas bolsas de sílice para regularla. Descubrí que algunas hierbas necesitaban secarse al aire libre, mientras que otras conservaban mejor sus propiedades en un lugar fresco y oscuro.

La conservación también fue clave. Aprendí que la luz directa y el calor podían arruinar una mezcla en cuestión de días. Que las hierbas debían guardarse en frascos opacos, lejos de la humedad y los cambios bruscos de temperatura. Que cada mezcla tenía una vida útil, y que era mejor preparar pequeñas cantidades para mantener su frescura.

Con el tiempo, la mezcla perfecta comenzó a tomar forma. Era una combinación equilibrada, con un aroma agradable, un sabor suave y un humo ligero. Pero lo más importante era que cumplía su propósito: me ofrecía el ritual sin la dependencia, la pausa sin el daño.

Hoy, sigo experimentando, ajustando, mejorando. Porque la mezcla perfecta no es un punto final, sino un viaje. Es la búsqueda constante de algo mejor, de algo que me haga sentir bien sin hacerme daño. Y en ese viaje, cada error es una lección, cada acierto es una victoria, y cada mezcla es un paso hacia la libertad.

Porque, al final, la mezcla perfecta no es solo una combinación de hierbas. Es el resultado de mi paciencia, mi curiosidad y mi voluntad de cambiar. Es la prueba de que, con esfuerzo y dedicación, siempre hay una alternativa.

Lo quiero

Categories:

Updated: